Nunca me cambio los zapatos, las zuelas reclaman el concreto a cada paso, tendría más valor la sonrisa de la joven al volante que una simple remuneración económica o de estimulación sensorial...
Acompañarme del viento acomoda sinfonías amorfas dentro de las cavidades de mis oídos, me género a través de las ambulancias, los aullidos del ambiente, la catástrofe andante, la mentira más sublime de mi "metrópoli", piedras dueñas del tiempo, párpados costales llenos de vicio, uñas cofres de polvo, harapos me disfrazan, envolventes son ellos de mi insignificante existencia...